Poemas


Poemas ecuatorianos

A una dama ¡enamorada!

Distinguida y sin poses;
de elevada estatura...
de sonrisa espontánea
y belleza estatuaria

es Verónica de la Parra
una dama bien centrada
que a Jorge Luis, el poeta,
lo arrastra de un ala
con su maternal mirada:
¡de novia y compañera!

Que jura hacerlo feliz
si él deja de fumar
"como turco en glacial páramo"
y beberse las bielas frías:
"como árabe sediento"
en el oasis de un ardiente
y alucinante desierto.

Cuya visión proverbial
se materializa en ella;
por eso él le re-jura
que cuando ellos se casen
¡dejará él: pucho y botella(s)!

Durán, 2 de julio de 2013

Miguel Ortega Calderón
guayaquileño; 1943 

Viejo verde

¿Sabe usted lo que es
un viejo verde, viril?
¿No? Pues bien, ahí le va,
dama adorable y gentil.

Es un hombre fresco y tierno
vigorosamente sano
de cuerpo y alma;
su savia energizante
le da la gallarda lozanía,
y a despecho de su edad
y plateadas níveas sienes
e inclinaciones galantes
por el bello sexo de Eva.

Y sin traumas amatorios
cree aún en el amor leal,
generosamente dado...
sin mezquinas condiciones,
e insiste sensato, ¡tenaz!
sin opresión estresante,
en buscar compañera
para amarla serenamente,
¡con pasión sacrosanta!
lo poco o mucho de existencia
que al "galán" le queda...
Y lleno de esperanza,
con experticia y pasión;
con profesado respeto
y muy sentida emoción:
¡hoy le confiesa el amor
que por usted siente al respecto,
señora, de su corazón!

Guayaquil, 14 de febrero de 2005

Miguel Ortega Calderón
guayaquileño; 1943 

Años después

A veces dudo si es placer o pena,
si es dicha o es dolor,
lo que en sus horas de ansiedad devora
mi pobre corazón.

Es por eso que, a veces, de mi llanto
me río con desdén,
y otras de mi alegría me avergüenzo
y lloro sin querer.


¡Déjame a solas! ¡Mi dolor respeta,
respeta mi silencio!
No con palabras de piedad se cura
la vieja herida que en el alma llevo.

¡Déjame a solas! Una chispa a veces
es causa de un incendio,
y al débil choque de contrarias nubes
salta el trueno del rayo mensajero.

Si sabes que la duda siempre ha sido
hermana del dolor,
y el abismo sin fondo del olvido,
la tumba del amor;

si de la muerte de mi dicha un día
la causa fuiste tú:
¿a qué preguntas, si en el alma mía
tu imagen vive aún?

Adolfo Benjamín Serrano
cuencano; 1862-1935

Remigio Crespo Toral

(En la inauguración de su estatua)

Cantar en su presencia, es osadía;
Tu excelsa Musa con su verso de oro,
En el Parnaso, conquistó el tesoro
De la rima, del metro y la armonía.

Hay en tu verso plenitud de día;
Tu ritmo suena cual timbal sonoro,
Y en tus poemas diáfanos, añoro
El arpa de cristales de mi ría !

Finge una orquestación sublime y leve,
La cascada perpetua de tu acento,
En la que tiene la Belleza un rito;
Y ante tu nombre, cúspide de nieve,
Se enciende el sol, se paraliza el viento,
Y se inclina callado el infinito !

1960

Arroyo del Río
guayaquileño; 1893-1969

Mi destino es amarte

Mi destino es amarte y no pudiera
existir sin tu amor, amada mía;
si el fuego que me inflama se extinguiera,
consumido de tedio moriría.

Era mi vida noche tenebrosa,
vagaba solitario en el desierto
sin hallar una mano que piadosa
me condujese de la dicha al puerto.

Pero tú, cual astro, apareciste
alumbrando mi ruta de improviso;
desde entonces, mujer, ya no estoy triste
y me parece el mundo un paraíso.

Y sólo ansío con vehemencia loca,
de mi sediento amor en los excesos,
apurar los incendios de tu boca
y embriagarme de lágrimas y besos.

Carlos León

Al año nuevo

¡Niño glorioso! Al resplandor primero
de la luz, vencedora de la noche,
junto al carro del sol viene tu coche
y al soplo fresco del temprano enero.

Todos te aguardan en el mundo entero,
nadie murmura contra ti un reproche
y hasta las flores de virgíneo broche
ábrense a verte, ¡triunfador arquero!

Ven y en torrentes de esplendor derrama
tus dones áureos sobre el ancho mundo
que en fausto y pompa y vanidad gravita.

Ya la feliz humanidad te aclama
y retruena en el ámbito profundo,
en salvas para ti, la dinamita...

César Borja
guayaquileño; 1851-1910

Esposa

Quiero que seas feliz mientras yo viva, y que no tengas ni un dolor siquiera.
Yo te daré mi amor para que vivas como una flor en plena primavera.
Yo te daré mi amor cual jardinero, porque será agua fresa que te riegue.
No he se de ser yo quien te dará un pena, ni he de ser yo quien el amor te niegue.
Que no me quieras, que no me comprendas, de eso la culpa es sólo de mi suerte.
Yo que te quiero tanto y te comprendo, he de adorarte siempre, hasta mi muerte.

Carlos Rubira Infante
guayaquileño
1921-

Fuente:

http://poemasdeecuatorianos.blogspot.com/search/label/Carlos%20Rubira%20Infante

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